27 sept 2007

SOBRE LA LEY DE LA MEMORIA HISTORICA

INTERVENCIÓN DE ÁNGEL ROZAS SERRANO

19-09-2007, 12:30 hores.

Col·legi de periodistas de Catalunya

Con motivo del Manifiesto por la Ley de la Memoria Democrática


Manifiesto: Un compromiso ético inaplazable. La Ley de la Memoria Democrática

Hace ya unos años, dio la coincidencia de que estaba yo haciendo cola junto con el eximio y sin embargo inefable don Manuel Fraga Iribarne. Se trataba, en aquella ocasión, y a diferencia de otras, de recoger una medalla del mérito al trabajo. Al vernos, a uno al lado del otro, un calandrajo que dijo ser periodista me preguntó sobre mi opinión respecto a estar allí reunidos don Manuel y yo en la misma fila. A parte de aclararle que ambos no estábamos en la misma fila, sino haciendo cola según establecía el protocolo, le comenté que era una situación realmente llamativa: allí estábamos, para recoger lo mismo, el verdugo y la víctima. Nunca salió publicado este comentario en el diario del que era y sigue siendo director. En mi memoria ha quedado aquella escena porque alguien, por lo menos aquel día, hizo el canelo.


Y digo esto, no porque tenga sed de venganza, porque tenga algo personal contra el señor Fraga, porque ahora a los 80 años recién cumplidos mi horizonte sea juzgar a los verdugos. No es nada de eso lo que me mueve a hacer público el comentario. Traigo esta anécdota a colación porque yo aquel día seguía recordando, entre otros, a Julián Grimau, que 33 años antes había sido torturado de forma salvaje en las comisarías franquistas, y posteriormente fusilado. Y en aquellos años el señor Fraga era miembro del consejo de ministros, y dijo muchas barbaridades, de las que, que yo sepa, no se ha desdicho. En algún momento se deberá saber, a través de estudios rigurosos y objetivos, donde estaba cada uno.


De todas formas, pueden cambiarse los nombres y los protagonistas, y existen muchas otras situaciones que responden a este mismo patrón: una mentira, una falsedad, una ucronía que pasados los años se convierten en certeza, en verdad, en versión oficial.


Por esta razón, no me cansaré de defender que no fuimos víctimas, o no fuimos únicamente víctimas, fuimos luchadoras y luchadores por la libertad. En otros países, así se reconoce a los que lucharon contra regímenes dictatoriales, como en Francia y en Italia; sin embargo, en este país nuestro ni siquiera es fácil que se reconozca, con serenidad y con generosidad, que fuimos víctimas por luchar contra una dictadura. Y si bien, al final, después de mucho esfuerzo, se llega a reconocer esto, se hace cubriendo de sombra a los verdugos.


Estamos ante una exigencia política, pero lo que estamos haciendo es una batalla moral. Se trata de la memoria, llamémosle “histórica”, tal vez mejor, “democrática”. Pero sobre todo se trata de la veracidad. En mi opinión, no puede haber mejor homenaje a los que lucharon y vivieron de forma anónima –y que hoy, aunque de otras formas, siguen haciéndolo- que la luminosidad de lo veraz.


Esta luz solamente puede iluminarnos a través de las exigencias de este manifiesto -aunque seguramente otros añadirían otras más- que creo poder decir que se resumen en: reconocimiento civil, reparación moral y recuperación de la memoria democrática de nuestro país.


Ni es venganza, ni es volver al pasado, que es lo que algunos insinúan de forma falsa y de manera permanente.


Sólo añadir, como también recoge el manifiesto, que los archivos para la historia son un buen lugar por el que comenzar y continuar. Todos ellos conservan también “la vida de los otros”, es decir, de gran parte de todos nosotros.

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